Por Francisco Castillo, Director Educacional de Fundación Nieve Para Todos - Chile Trasciende
Cada escuela y liceo del país se desarrolla en base a un documento llamado Proyecto Educativo Institucional, el cual ordena y da sentido a la gestión del establecimiento, ya que define el tipo de persona que se quiere formar, junto a la visión, los principios y el enfoque pedagógico de la escuela, entre otros.
Una de las ideas que más se repite en la visión de los establecimientos educativos es la de “formar personas integrales”. Sin embargo, ¿A qué se refieren con “persona integral”? La RAE dice que “integral” es que comprende todos los elementos o aspectos de algo. Se utiliza como sinónimo de “completo” o “entero”, puesto que no le falta ninguna parte o cualidad. Pero ¿Cuáles son aquellas partes que se complementan para lograr dicha integralidad en el caso de la educación? La respuesta se puede resumir en: primero, la dimensión académica que obedece a las asignaturas con sus calificaciones; y segundo, la dimensión valórica relacionada con la moral.
Considerando que los aprendizajes académicos y el buen desarrollo personal y valórico son la base de una persona integral ¿Qué hacen las escuelas para lograr ese fin? ¿Qué hay en la cultura escolar o en el quehacer docente que busque esta integralidad? Y ¿Qué dirían los profesionales de un establecimiento educativo si se lo preguntáramos? Lamentablemente, la común estrategia de elegir un valor del mes y dedicarle un poco de tiempo para reflexionar al respecto o hacer una obra artística en torno al concepto, no es una práctica eficaz para desarrollar personas con valores, menos si esa tradición se pierde en enseñanza media.
Los valores no sólo se conversan y reflexionan, sino que deben practicarse, y es responsabilidad de la escuela generar contextos en los que se desplieguen las conductas y actitudes deseadas. Pero mientras cada educador tenga su forma individual para abordar situaciones determinadas o para formar en valores, y no se diseñen espacios institucionalizados para ello, estaremos “dando palos de ciego”.
A raíz de lo anterior, me parece que “los valores” son como el buen título de un texto o guion que no encuentra escenario para manifestarse. Es que no hay suficiente soporte para que la obra de lo “integral” se despliegue. Tanto director, guionista y actores están demasiado ocupados cumpliendo los requerimientos del ministerio e ignoran las necesidades más importantes y urgentes que afectan a los beneficiarios de la educación: los niños, niñas y adolescentes.
Es necesario repensar el paradigma educativo bajo el cual medra una escuela. No puede ser que, habiendo tanta evidencia científica demostrando que a mayor desarrollo de habilidades sociales y emocionales mejora el rendimiento académico, haya tan poca presencia de estas actividades en la parrilla semanal de una escuela. Ni puede ser que los docentes tengan que correr de clase a clase bajo la presión del reloj para enseñar algo que parece no estar siendo aprendido. Definitivamente muchas escuelas y liceos públicos del país carecen del tiempo, e incluso de las competencias necesarias para formar comunidad en espacios de encuentro, conversación, juego y reflexión.
Ya estamos en tiempos de entender que no es lo mismo hablar de aprendizaje que de enseñanza, y que el primero no siempre es el resultado del segundo. La escuela debe diseñarse en función del aprendizaje y de qué necesita un ser humano en desarrollo para aprender y crecer de forma integral. Ese es nuestro gran desafío y a la vez una linda oportunidad llamada “Educación”.